Sin duda alguna Latinoamérica en general pasa por un boom de servicios de escolta. El incremento en los índices de delincuencia, violencia social y política, transformaron a estos profesionales en sujetos de alta demanda.
Como en toda situación en la cual la demanda supera la capacidad de la oferta para estructurar servicios de nivel, la contratación de escoltas ha venido trayendo una serie de tergiversaciones que se transforman en errores letales que más temprano que tarde van a comenzar a cobrar vidas. Si usted es escolta o tiene contratado a alguno, aquí van algunas señales de alerta.
Error N° 1: Corbata y pistola hacen a un escolta
Con la demanda de escoltas muchas personas han optado por cambiar de ramo y dedicarse a servicios de protección ejecutiva. Por lo general tiende a pensarse que si una persona fue reservista, militar o policía ya está capacitado para trabajar en el negocio.
Lo cierto es que ninguna de estas profesiones forman a una persona para evaluar, diseñar y poner en marcha planes de seguridad personal.
La protección ejecutiva implica el manejo de metodologías y matrices de planificación que deben ser aprendidas en entrenamientos formales y especializados.
El 90% del trabajo del escolta consiste en la planificación en función de la prevención, el otro 10% en la puesta en marcha de acciones reactivas frente a situaciones peligrosas (enfrentar y escapar).
Irónicamente, contratamos a un escolta “por si llega a pasar algo” confiando en su “experiencia de calle” o habilidad en el uso de armas de fuego, con lo que lo transformamos en un acompañante que camina ciegas entre peligros potenciales que no ha podido prever.
El problema: mundialmente se sabe que una vez iniciado el ataque tanto escolta como protegido tienen las probabilidades de sobrevivir en su contra, especialmente si no hay un plan y logística detrás. Así que el manejo de metodologías que permitan evitar situaciones de riesgo es fundamental.
Otra ramificación de este problema es el aprendizaje empírico: básicamente la persona aprende el oficio sobre la marcha. Lo malo es que en la profesión de escolta rara vez hay segundas oportunidades y los errores tienden a costar vidas. El aprendizaje por experiencia siempre llega demasiado tarde.
Error N° 2: Escolta “preventivo”
El concepto de “preventivo” ha sido uno de los términos más ambiguos y peligrosos de los que ha inventado el mundo de la seguridad.
En términos prácticos se dice que un escolta – u oficial de seguridad – es “preventivo” cuando no porta armas. Bajo esta excusa, se habla de que la función básica del escolta “preventivo” es evitar que sucedan situaciones.
La tarea fundamental de cualquier equipo de protección es la prevención, pero es una imprudencia negar que en algún momento tenga que actuar frente al peligro.
De hecho, si su empresa asigna un escolta a una persona, se asume que ese individuo a proteger tiene un perfil de riesgo mayor al común que amerita atenciones especiales.
Una de ellas es la capacidad de enfrentar peligros que se supone van a ser mayores (secuestro, atentados, retaliaciones, acoso u otros) que difícilmente puedan ser manejados por una persona desarmada, más en una región donde el 96% de los delitos se comenten con armas e involucran a dos o más delincuentes. La excusa además de absurda es imprudente.
La mayoría de las veces las razones de esto obedecen que la empresa prohíbe a sus empleados portar armas. Esto se debe al temor a las consecuencias civiles, penales y de opinión pública que puede generar el escolta por uso indebido de armas de fuego.
Esto tiene sentido si la persona no posee ningún criterio y/o entrenamiento en protección, pero que es perfectamente manejable si la empresa cuenta con un buen sistema de selección, profesionales entrenados, procedimientos claros y políticas corporativas que fijen los límites de hasta dónde la empresa ampara al escolta en caso de necesidad.
A fin de cuentas, un proceso legal puede salir más barato que un escolta y un alto ejecutivo muertos…
Error N° 3: Síndrome del “curso de refrescamiento”
Las empresas han comenzado a entender que es necesario entrenar al personal de protección. Una iniciativa sensata pero que, a pesar de su mejor intención, no siempre es bien entendida por los responsables de la coordinación de adiestramiento de la empresa.
Así, se ha iniciado una ola de contratación de “cursos de refrescamiento o actualización” para escoltas que hace años no se entrenaban. Una vez concluido el “refrescamiento” vuelven a pasar meses o años hasta que el escolta tenga otra oportunidad de entrenarse.
El problema es que si “eso que se refrescó” no se practica continuamente se olvida. Y la manera de practicarlo no es seguir haciendo cursos sino diseñando programas de mantenimiento constante y regular que, además de seguir actualizando conocimientos, pula los que ya tiene el escolta.
Cuando no se mantiene un entrenamiento constante, el escolta tiende a cometer errores que son letales:
- Pierde la formación mientras se desplaza con su protegido
- Olvida cuál es su zona de responsabilidad (área que debe observar)
- Mantiene bajo nivel de atención en su entorno
- Descoordinación con su compañero durante el enfrentamiento
- Torpeza al huir con su protegido, lo que hace que tiendan a caerse transformándose en blancos estáticos
- Desempeño pobre con arma de fuego
- Incapacidad para manejar enfrentamientos sorpresivos en distancias cortas
- Mala condición física
Error N° 4: Escolta multiuso
Tiende a ser una característica del Protegido más que del escolta y sucede cuando el agente de protección ejecutiva es además:
- Mensajero personal
- Cargador de equipajes
- Chofer de la esposa (o)
- Cuidador de perros
- Lavador de carros
- Jardinero.
Muchas veces el Protegido tiende a pensar que ya que el escolta “gasta” el 90% de su tiempo esperándolo, no está demás que justifique el sueldo haciendo otras tareas que nada tiene que ver con su trabajo.
Error N°5: Escolta que sigue los procedimientos del protegido (o protegido que no sigue los procedimientos del escolta)
Incluir a un escolta en la vida cotidiana puede resultar invasivo e incómodo para la persona a proteger, más aún si ella misma no tiene claro para qué lo necesita.
Un escolta es un extraño que sigue como sombra al protegido, conoce su rutina, hábitos, personas cercanas y hasta intimidades que no siempre son cómodas.
Cuando el protegido comienza a sentirse así tiende a establecer límites peligrosos que saltan principios básicos de seguridad, obligando al escolta a obviar cosas que son básicas para proteger a una persona. La mayoría de estas demandas de “libertad” terminan en deformaciones como las siguientes:
- Sale a escondidas de los escoltas e incluso se les esconde para que no lo sigan.
- Cambia de agenda sin notificarlo, obligando al escolta a maniobrar a ciegas e improvisar.
- Evita que lo acompañen a determinados lugares, obligándolos a permanecer en el carro o lejos del sitio en el que permanece.
- Obliga a los escoltas a caminar a una distancia mayor de 2 metros, imposibilitando el crear y mantener anillos de seguridad.
- Se empeña en manejar o ir en el puesto de copiloto. Tanto el puesto de chofer como el de copiloto son posiciones claves en un vehículo que deben ser ocupadas por profesionales entrenados en la ejecución de contramedidas.
- Hace que lo sigan en moto mientras maneja, haciendo tremendamente fácil para un equipo de asalto atropellar a los escoltas y atacar después al vehículo, ahora desprotegido.
- Se empeña en ir en moto, transformándose en víctima fácil para cualquiera que vaya en carro.
Al final, es el protegido – la persona que menos sabe de seguridad personal – quien termina dictando las pautas del trabajo del escolta – el que se supone que es el experto -.
Error N°6: “Uno es suficiente”
Es un poco como el concepto del escolta multiuso, una sola persona que hace tareas de chofer y escolta al mismo tiempo.
Además de que es tremendamente difícil cuidar al carro y a la persona al mismo tiempo (ninguno de los dos debe quedarse sin vigilancia), piense en todo lo que un solo escolta debe hacer para poder sacar a su protegido ileso durante una situación de riesgo:
- Debe enfrentar a dos o más adversarios y evitar que lo maten (a fin de cuentas, si muere el escolta cae el protegido)
- Al mismo tiempo debe evitar que maten a su protegido
Adicionalmente, mientras le disparan debe:
- Correr con su protegido, taparlo de disparos y disparar a la vez
- Evitar darle a inocentes
- Buscar las llaves del carro con la pistola en la mano
- Abrir la puerta del carro
- Subir al protegido en el carro
- Subirse él
- Cerrar la puerta
- Encender el carro
- Irse
Todo esto en un máximo de unos pocos minutos, que es lo que va a durar el enfrentamiento…
En las múltiples simulaciones con escoltas que hemos hecho en nuestros cursos, cuando un solo hombre tiene que hacer todo esto generalmente pasa alguno de estos desenlaces:
- El escolta muere antes de llegar al carro, dejando al protegido solo
- Al protegido lo mata uno de los agresores (instructores)
- Ambos mueren a manos de los agresores (instructores)
- El escolta mata al protegido (en medio de la confusión se le va un tiro o el protegido se atraviesa en la línea de fuego del escolta accidentalmente)
Error N° 7: carga horaria excesiva
Un síndrome crónico en las empresas que ofrecen protección a sus ejecutivos es el exceso de horas extras que debe cumplir el escolta. Esto, además que tiende a traer problemas legales, agota a una persona que se supone debe estar descansada y al 100% de su capacidad física y mental.
El trabajo de escolta es monótono y excesivamente rutinario, lo que hace que tienda a encender el “piloto automático” en situaciones cotidianas, si además está cansado, será mucho más fácil tomarlo por sorpresa.
No es casualidad que muchos secuestros y atentados se hagan en llegando al hogar al final del día, cuando precisamente los niveles de alerta están más bajos.
En conclusión
Trabajar con o como escolta requiere de compromisos en los cuales no se pueden tomar las cosas a la ligera. Recuerde, al improvisar o saltarse procedimientos las probabilidades de supervivencia bajan.
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