¿Las armas son útiles? ¿Sirven de algo las mujeres en labores operativas? ¿El esquema de seguridad está desfasado? ¿La reacción tardía es signo de mala preparación? ¿Falló la inteligencia y la contravigilancia? Trump es un sujeto polémico en toda su extensión alrededor del cual nunca hay medias tintas. Hasta su salvada por los pelos – o por una oreja -, desató un debate acalorado en un tema que ninguno vimos venir: la protección de dignatarios.
A la fecha en que publicamos esto todavía nos falta información y mucha reflexión para hacernos una escena real de lo que sucedió y por qué ocurrió. Con ánimo de aportar desde nuestra experiencia y formación, aquí van algunas ideas que hemos discutido entre colegas.
¿Se pudo prevenir con labores de inteligencia?
Muchos adoramos la detección temprana de amenazas, pero quien no tenga experiencia en labores de inteligencia no sabe algo: aquello genera una cantidad de datos inmensa y difícil de procesar, donde se pierde mucha información. Y mientras más público y polémico sea el sujeto a proteger, más difícil se pone. Para ejemplo como se le coló a la inteligencia americana la preparación del 11S o a Israel la invasión a Gaza, teorías conspiranoicas aparte.
Desde nuestra perspectiva la respuesta con lo de Trump sería “está difícil”. No imagino cuántas amenazas un sujeto como DT genera como para que no se pierdan en el ruido mediático de las redes sociales, tampoco sabemos a ciencia cierta si Crooks hizo pública alguna – hay un video falso circulando -. En todo caso, asumiendo que si lo hizo monitorear esa inmensa cantidad de datos y pasarlas por una matriz de probabilidades requeriría recursos y tecnología a nivel de Gran Hermano con Inteligencia Artificial. No sé si ya llegamos allí, pero por los resultados aparentemente no.
¿El sujeto se ha podido detectar con contraobservación?
Es decir, notarlo en las fases previas de su preparación cuando visitaba el sitio para planificar el atentado. No lo sé…
EE.UU. es un gran país, pero también es célebre por los sujetos que deciden un día salir a tirotear gente sin mucho aviso ni planificación. Creo que Crooks cae en este perfil; la pobre elección del arma – el AR 15 que su papá recién compró – la torpeza al tomar el edificio y todo el modus operandi improvisado no me hace pensar que estemos ante un Hitman, sino más bien un sujeto desquiciado que tomó la decisión sin meses de planificación, aún con el cuento del dron, el telémetro y la investigación por Google. Lo impredecible de esos actos es lo que los vuelve tan eficaces, no su planificación y creo que aquí no fue la excepción.
¿Visitó el sitio mucho antes como para poder ser detectado por contraobservadores? Informaciones recientes afirman que lo hizo unos días antes del atentado, pero aún no sabemos si hubo contraobservadores asignados por el Servicio Secreto los días previos al evento. Usualmente los operativos de contraobservación se inician cuando hay alguna amenaza plausible, caso que por lo visto no sucedió aquí. Algo qué pensar para el Servicio Secreto.
Pero aun visitando el sitio volvemos a lo mismo: procesar aquella data no es fácil. Haga un ejercicio simple: durante una semana lleve registro de todas las personas y vehículos que transitan frente a su casa, ahora cruce esa data con sus lugares comunes: trabajo, familia y sitios cotidianos. Compare placas, rostros y situaciones y trate de no volverse loco en el intento. Eso se llama la regla de los tres sitios y está en el manual básico de contraobservación: si una persona es vista en más de dos sitios cotidianos a usted, probablemente lo están siguiendo en preparación de algo peor. Pero para eso debe ser capaz de notarlo primero.
Aún no sabemos si Crooks era un stalker en toda regla que coincidió con Trump en otros espacios o simplemente lo decidió a los pocos días sin planificar mucho, caso en el cual la contraobservación de las fases previas hubiera sido todo un reto.
¿Ha debido hacerse contraobservación? Absolutamente de acuerdo ¿Es fácil hacerlo? Realmente no.
¿El esquema de seguridad por anillos es obsoleto?
Creo que no, lo que falló fue su aplicación y en nuestra opinión aquí fue donde todo comenzó a caerse como un castillo de naipes. La presencia de francotiradores y spotters en el equipo de seguridad hace pensar que se contempló la posibilidad de un atentado a distancia.
La duda que tenemos es cómo fue posible acceder a estos puntos de ventaja para un tirador hostil sin ser interceptado ¿Seguridad laxa en los anillos externos? ¿Pobre control de acceso? ¿Falta de personal? Creo que nunca lo sabremos de manera oficial.
No es la primera vez que esto sucede en la historia. Me viene a la memoria el asesinato de Isaac Rabin y el video donde vemos a su asesino deambulando por la periferia desde hacía horas sin ser notado.
Lo que llama la atención es que Crooks fue notado por parte de los asistentes al evento en su torpe intento de llegar al techo. Casi dos minutos donde aparentemente nadie del equipo de seguridad reaccionó, a pesar de que hay testigos que aseguran haberle advertido a la policía en el sitio, quienes estaban a cargo de ese anillo, según declaraciones del Servicio Secreto.
Más que una conspiración, me inclino hacia una enfermedad clásica que aqueja a los policías en todo el mundo: la mentalidad de “Eso no va a pasar”. La negación es más común de lo que creemos y generalmente trae esos resultados. Tema para pensar luego.
¿Las armar resolvieron?
No entendemos por qué, pero hay un acalorado tema sobre si la escolta debe llevar armas. Las labores de protección son preventivas y reactivas y ambas áreas necesitan de procedimientos y herramientas. Apoyar una en favor de otra no le vemos lógica. Tan ingenuo como pensar que una pistola va a resolver por sí sola, es creer que siempre va a poder prevenirse la hecatombe. Para muestra el tema que nos ocupa.
Los detractores de las armas señalan que Crooks disparó 8 veces hasta que lo pararon, lo que demuestra la futilidad de un equipo armado. Crooks logra disparar por una falla en los anillos, no por la presencia o ausencia de las armas. En todo caso, fueron los tiros del francotirador los que pararon la amenaza, que pudo ser peor. Podríamos decir que en este caso fue lo preventivo lo que se cayó y lo reactivo lo que salvó el día, además de la dosis de suerte que el señor Trump parece tener.
Sin embargo, dudo seriamente que el Servicio Secreto confíe exclusivamente en sus pistolas para dar protección efectiva a sus dignatarios. Al menos eso no lo hemos leído en ninguno de los libros que muchos de sus integrantes han escrito y que hoy se consideran manuales de campo.
¿Y qué de las mujeres?
Debo reconocer que el espectáculo que dieron no fue el mejor y es una de las cosas que debe poner a pensar a la señora Kimberly Cheatle, directora del Servicio Secreto. Hasta donde sabemos, esta institución avanza en el tema de las políticas DEI y la mayor inclusión de personal diverso en sus filas.
Hemos entrenado a personal femenino y masculino tanto del mundo militar, policial y privado. Ciertamente hay tareas donde la configuración masculina facilita el trabajo, pero también hemos conocido a suficientes damas que son excelentes operativos, junto a hombres que son un desastre como para atreverme a opinar a la ligera aquí.
Las mujeres tienen un espacio en los equipos de protección, pueden acceder a sitios donde el acceso a hombres es restringido – baños públicos, por ejemplo – y permiten lidiar físicamente con amenazas del mismo sexo, por ejemplo.
Sin embargo, la selección no puede hacerse por una tendencia woke y presión de relaciones públicas, sino en base a si esa persona, independientemente de su género sexual, pueda cumplir la tarea. Algo que la jefa Cheatle deberá revisar.
¿Entonces qué aprendimos?
Algunas reflexiones que sacamos de este evento:
La eficacia de acciones violentas no planificadas ni mayormente elaboradas sigue siendo el hueso duro de roer en la protección a personas. A lo largo de la historia ha probado superar los mecanismos de detección de una manera casi que constante.
La principal falla estuvo en los anillos externos y su incapacidad para detener el intento de acceso del perpetrador. Es un fenómeno poco común en la historia de los atentados moderna, donde a casi todas las figuras políticas las asesinan a quemarropa.
Gusten las armas o no, eso fue lo que evitó que pasara a mayores. El personal armado cumplió su función reactiva.
El problema con lo reactivo es que siempre depende de un margen de azar, que en este caso se inclinó a favor de Trump. No siempre pasa así.
Ojo con las tendencias woke a la hora de seleccionar operadores de seguridad, lo políticamente correcto no siempre está en armonía con lo táctico.