Entre los años 2004 y 2015 hicimos alrededor de 200 escenarios para preparar a nuestros alumnos en la defensa con armas de fuego. Para ello, desarrollamos simulaciones de enfrentamientos con armas de AirSoft en las que expusimos a los participantes a distintas situaciones típicas de enfrentamientos de calle.
Estas simulaciones se dieron en el marco del curso Combate Cercano Extremo Fase II: Distancias Medias. Los aprendizajes sacados de este curso y los anteriores, junto a investigaciones previas de la Escuela de Protección Personal, son la base para este informe.
Los grupos que participaron representaron una interesante muestra de tiradores con buen nivel:
- Ex funcionarios policiales
- Personas vinculadas al mundo del IDPA
- Gente del área de seguridad
- Ciudadano particulares.
La última fase del curso planteó dos escenarios comunes del enfrentamiento urbano, extraídos de casos reales:
- Altercado violento en la calle por choque
- atraco camino al vehículo.
Con la puesta en práctica de estos escenarios y la actuación de sus participantes tratamos de resolver algunas interrogantes:
- ¿De qué manera la práctica en polígono condiciona las respuestas del defensor en una situación real?
- ¿Qué tan eficaces son esas respuestas desde el punto de vista táctico?
- ¿Cuáles son los errores más comunes que se comenten en la defensa con armas de fuego?
Muchas de las técnicas y tácticas que vemos desempeñar por los asistentes, forman parte del repertorio de lo comúnmente aceptado en modalidades de defensa con armas de fuego.
Aunque la mayoría de estos conceptos mantienen su eficacia cuando se simulan situaciones reales, aquí vamos a desarrollar algunas tendencias que podrían ser peligrosas en el enfrentamiento.
Tendencia N°1: Sacar el arma inmediatamente sin medir las probabilidades de éxito
Fue la tendencia más común: cuando el agresor le apunta, el defensor trata inmediatamente de desenfundar.
Existen tres normas básicas en la defensa con armas de fuego:
- Tenga un arma
- Tenga el arma en la mano
- Dispare primero
Aplicar las tres normas en polígono es bastante simple porque no hay consecuencias (nadie nos dispara de vuelta). En la calle es otra historia y a nuestro juicio estas reglas se han interpretado en un 50% por la mayoría.
El arma en la mano = qué tan rápido se da cuenta del problema
Tener el arma en mano e iniciar la acción primero (ser proactivo) parte del hecho de que el defensor podrá anticipar el enfrentamiento. Habrá cumplido con todas las normas y hábitos de seguridad personal (estar en condición amarilla, armar un plan, tomar cobertura, etc.). Ahora bien, basándonos en los años de estudio de victimización que hemos llevado llegamos a una hipótesis:
“El día que usted cumpla con todas las normas y hábitos de seguridad en la calle, esté mentalmente preparado para enfrentar el peligro y dispuesto a hacerlo, probablemente no ocurra nada porque el delincuente lo notará y buscará a alguien más fácil”.
En consecuencia
“El día que acumule la mayoría de las desventajas tácticas, pueda ser tomado por sorpresa y su capacidad de frustrar la acción sea limitada, probablemente lo ataquen si no hay una víctima más vulnerable que usted frente al delincuente”.
Y vamos a estar claros: somos humanos, no máquinas que pueden mantener sostenidamente estados de alerta las 24 horas.
Es probable que los enfrentamientos con los que deba lidiar las normas para sobrevivir las cumpla primero su agresor; lo enfrentará arma en mano o tratará de desenfundar y disparar primero.
Usted será tomado por sorpresa y mucho de lo que haga será reactivo y aquí residen muchas de las lagunas en entrenamientos convencionales para la defensa con armas de fuego.
Del permanente entrenamiento en el que el defensor es proactivo (saca el arma primero) sin considerar el protocolo previo al desenfunde, tiende a quedar instalado el reflejo de sacar el arma sin considerar si es tácitamente probable ser exitoso. Obviamente, como el cartón no se defiende, la conducta es reforzada e instalada como acto inconsciente.
En escenarios muchas personas “mueren” por esta tendencia inculcada a fuerza de repetirla una y otra vez en el polígono: al ver el arma en manos del agresor tratan de cumplir la norma (desenfundar y disparar o lo que es lo mismo, estrategias proactivas) compensando con velocidad la falta de iniciativa (reactividad).
La acción siempre es más rápida que la reacción
No hay duda que en la defensa con armas de fuego desenfundar y disparar rápido es una habilidad imprescindible. Pero por más rápido que sea su desenfunde el agresor siempre estará un paso adelante (ya tiene el arma en la mano). La lógica del polígono: velocidad + precisión = eficacia, no necesariamente aplica a estos casos.
Incluso si logra disparar primero lo más probable es que le devuelvan el tiro. A tres metros de distancia las prioridades cambian: antes de pensar en desenfundar tiene que pensar en qué va a hacer para que no le den.
El problema no es solamente tener el arma en la mano (desenfundar), sino cómo hacerlo evitando que nos disparen en el intento. Esto es de hecho el gran error que cometen muchas personas armadas que mueren durante atracos y la parte más retadora de todo el enfrentamiento.
Tendencia N°2: Disparar desde posiciones tradicionales, en estático o moviéndose sobre la línea de tiro del agresor
Todos hemos hecho alguna vez el ABC del tiro: desenfundar, presentar el arma en una posición tradicional (Weaver o Isósceles), apuntar y disparar. Usar posiciones tradicionales, estáticas y balanceadas son la mejor forma de hacer blanco y es el estándar general en un polígono.
Las posiciones tradicionales comparten elementos comunes, estaticidad, estabilidad y balance. Las tres establecen el concepto “Stand & Deliver” (párate y reparte) y fueron creadas bajo circunstancias muy específicas que no necesariamente son 100% aplicables en todos los momentos de la defensa con armas de fuego, ya que posiciones estáticas o que limiten movilidad tienden a ser contraproducentes cuando hay que moverse, terreno de las posiciones “inusuales”. Cosa extraña ya que lo más “inusual” en el polígono termina siendo lo “usual” en la calle.
El problema de usar posiciones usuales (estáticas)
En enfrentamientos de tres a cinco metros donde no hay cobertura cerca, terminan transformando a la persona en una silueta sobre la que el agresor hace blanco sin mayor complicación.
El segundo problema es la pérdida de conciencia sobre las líneas de tiro del agresor. Muchas veces tendemos a encarar al sujeto en posición estática o bien desplazándonos hacia adelante o hacia atrás en línea recta (ver video más arriba). Cualquiera de las tres opciones tiene el mismo resultado, está infringiendo la cuarta norma de defensa con armas de fuego: no se pare frente al cañón de su adversario.
Quedarse estático o moverse sobre la misma línea de tiro tiende a ser el resultado de dos factores:
Factor Estrés: estamos condicionados a retroceder o avanzar ante una amenaza de forma instintiva cuando somos tomados por sorpresa (Flight or Fight).
Quitarse o rodearla son actos que deben condicionarse por entrenamiento continuo.
Factor Polígono: La mayoría de las veces no se introduce la probabilidad de que el agresor devuelva el tiro o trate de rodear la cobertura que hemos tomado. Por ende existen pocas consideraciones sobre la línea de tiro que usa el agresor.
Años de condicionamiento en una práctica donde se dispara sin tener en cuenta que del otro lado se van a defender, terminan por desechar esta probabilidad y por ende no se instalan actos reflejos para este problema.
Tendencia N°3: Lidiar con “Múltiples adversarios” en la calle como se hace en el polígono
En la defensa con armas de fuego, la fórmula básica que hemos aprendido para lidiar con múltiples adversarios nos enseña a repartir y alternar los impactos sin concentrarnos en una amenaza por demasiado tiempo.
En teoría, debe dispararse entre uno y dos tiros a cada agresor alternativamente, por ejemplo de derecha a izquierda, para luego devolverse. Un ejemplo clásico de esto es el Drill de “El Presidente”, donde se debe impactar a cinco blancos en línea en el menor tiempo posible. Pero en escenarios de 5 metros de distancia, con el defensor triangulado y sin cobertura las cosas son distintas.
El factor “Cómplice” en la calle
Por lo que hemos visto en la práctica, cuando el defensor logra impactar al primer agresor el segundo logra darle por lo menos dos veces.
Como es lógico, en medio de la urgencia el defensor no logra neutralizar al primero cuando ya debe ir al segundo que lo está atacando (tenga en cuenta que a menos que se impacte en áreas terminales una persona gravemente herida puede seguir disparando al menos por 30 segundos). Al final termina recibiendo disparos de ambos.
Sume a esto el hábito de disparar desde posiciones estáticas y tendrá a un defensor transformado en colador.
Tendencia N°4: Manejar el enfrentamiento en función de precisión, zonas de impacto y agrupación
En el polígono la precisión y agrupación son valores importantes porque nos indican el nivel de eficacia con el arma. Apuntar y pegarle a lo que se supone que queremos darle es una destreza obvia y necesaria para cualquiera que porte armas.
Bajo esta línea, muchos consideran que los tiros que no llegan al “centro de la masa” y la “cabeza” de la silueta son “tiros perdidos” y de allí que se esfuercen en conseguir las miras rápidamente o entrenarse para ser tremendamente efectivos usando sólo el guion.
Sin dudas, en la defensa con armas de fuego el impacto al centro de masa es capital, dado el daño que se causa y la probabilidad de detener la amenaza. Pero buscarlas exclusivamente es otra cosa en términos prácticos.
Apartando el hecho que se le dispara a una silueta cuyas principales dimensiones son Ancho y Alto (no profundidad, como la que tiene el cuerpo humano) hay algunas cosas que hay que poner en perspectiva.
Precisión Vs eficacia
En términos de polígono, a usted le interesa pegar y agrupar la mayor cantidad de impactos en esas zonas porque significan más puntos en la competencia y son las mejores áreas para anular la amenaza, según la balística terminal.
Pero en la defensa con armas de fuego, sería lo mismo que un boxeador que piense que la única manera de ganar la pelea es lograr golpear en el switche a su adversario y que los demás golpes no importan. Lo más probable es que mientras busca ese golpe mágico, reciba unos cuantos que lo pueden dejar KO.
Un boxeador no sale buscando el switche de su contrincante. Simplemente trata de golpearlo y, si encuentra la oportunidad, golpea en la zona. Cualquier golpe que llegue es bueno porque suma oportunidades para buscar el definitivo. De igual manera, en el enfrentamiento cualquier tiro que llegue es bueno.
Hemos realizado más de 200 simulaciones con distintas personas y en todas pasa lo mismo: nunca hemos encontrado evidencias de que alguien haya tratado de apuntar y dirigir los tiros a zonas terminales de forma consciente y premeditada. Simplemente dispara contra el agresor o, concretamente, contra la zona del agresor que en ese momento esté mirando.
Dado que la mayoría de las veces en enfrentamientos de 0 a 5 metros el defensor mira la cara o el arma del agresor, si tiene buena coordinación ojo – mano logra a colocar los impactos en la cara (distancias cortas), torso, manos y brazos, ambas zonas de impacto muy comunes.
Aquellos que no tienen esta destreza desarrollada o tratan de apuntar, simplemente o no le dan a nada o son impactados porque perdieron tiempo.
Las miras se hacen pequeñas
Es extremadamente difícil ver miras en situaciones reactivas por un fenómeno básico de comportamiento bajo estrés: todo ser vivo que es amenazado tiende a concentrarse en la amenaza y pierde perspectiva de detalles y cosas pequeñas. Y las miras son tremendamente pequeñas.
El segundo aspecto a considerar es que tanto defensor como agresor se mueven, cosa que hace bastante difícil colocar impactos quirúrgicos. La mayoría de los participantes en escenarios dice lo mismo: “simplemente vi al agresor y le disparé”. Algo que se corrobora al terminar el ejercicio cuando le preguntan al agresor en qué parte de su cuerpo recibió los impactos.
Esto plantea dos trabajos necesarios: por un lado aprender a pegar y a agrupar para dominar el arma, pero por otro desarrollar una destreza combativa que no tiene que ver con zonas y puntos: pegarle simplemente a lo que miramos.
Tendencia N°5: Mantener reactividad en el enfrentamiento sin tomar iniciativa
La falta de una práctica donde haya interacción Humano Vs. Humano dificulta que el defensor pueda acostumbrarse al estés real de la situación. Imposibilitado de entender qué sucede y cómo actuar en consecuencia, muchas veces pasa por alto señales inequívocas de que el agresor frente a él tomó la decisión de desenfundar y disparar o está tratando de acorralarlo.
Esta fase de protocolo previo al enfrentamiento, momento en el cual aparecen los gritos, amenazas y empujones, tiende a “desbaratar” la defensa psicológica y emocional de la persona.
Incapaz de “interceptar” la pelea antes de que comience, para el momento en que los agresores atacan (desenfundan y disparan) ya es demasiado tarde.
Más calle que polígono
Hemos notado que aquellas personas con experiencia de calle o entrenamientos previos en actividades combativas (sobre todo combate cuerpo a cuerpo) tienden a desempeñarse mejor en este aspecto. Acostumbradas a la interacción violenta, reaccionan mejor ante los avances del agresor.
Esto confirma un planteamiento que hemos venido haciendo desde hace tiempo:
El tirador debe ser integral y no conformarse exclusivamente con el dominio del arma de fuego.
Dado que el hecho de estar armado lo hace más proclive a enfrentamientos de vida o muerte, su perfil técnico, condiciones físicas y condicionamiento psicológico debe ser mayor.
Tendencia N°6: Ver el enfrentamiento desde el punto de vista técnico, no táctico
Imbuidos en la idea de que los enfrentamientos son un asunto exclusivamente de técnicas, muchos participantes dejan de lado el componente táctico de la situación que tarde o temprano termina volteándose en su contra.
Superioridad y movilidad de los agresores, premeditación en el ataque y pérdida de iniciativa ante situaciones que no se anticiparon, difícilmente puedan resolverse si no se maneja un esquema de planes sobre cómo actuar en consecuencia.
No se puede confiar exclusivamente en el desempeño técnico a la hora de lidiar con situaciones violentas. Es necesario un esquema general de procedimientos que guíen al defensor a lo largo de la situación.
El procedimiento guía al enfrentamiento
Mantener un esquema general de desempeño ayuda a la persona a resolver sobre la marcha tres preguntas fundamentales: ¿Qué sucede? ¿Qué va a pasar? Y ¿Qué debo hacer? Cuestiones básicas a la hora de evaluar probabilidades y poner en marcha acciones defensivas.
Cuando la persona no maneja un esquema táctico tiende a cometer errores fatales:
- No anticipa el momento en que el agresor decide desenfundar y disparar
- Pierde la iniciativa y juega bajo las reglas de los agresores
- Pierde manejo del entorno, desaprovechando sus oportunidades
- Se coloca, o permite que la coloquen, en posiciones de desventaja respecto al entorno
Sin embargo, no existe manera de que conceptos tácticos de esta naturaleza sean instalados en polígono por la simple razón de que se necesitan agresores activos (humanos) con los cuales interactuar en entornos parecidos a la calle. La capacidad de desarrollar y manejar esquemas tácticos se logra mediante escenarios con variables cambiantes, que obliguen la persona a resolver sobre la marcha basada en un plan general.
Nuestro enfoque aborda este esquema general en el taller Manejo Táctico del Conflicto, Enfrentamientos Armados y “Peleas de Calle” dirigido a público civil y escoltas.
Ambas actividades abordan una serie de conceptos que generalmente no se tocan en entrenamientos tradicionales, pero que consideramos imprescindibles en la formación combativa de la persona: desde cómo es la dinámica del conflicto, cuáles son las variables que lo influyen, fases que señalan intención de atacar y consideraciones de entorno, hasta tácticas para retomar iniciativa y manejar el entorno, entre otras.
Esta combinación entre técnicas y tácticas incrementan exponencialmente la tasa de supervivencia del defensor, incluso en situaciones de desventaja.
Tendencia N°7: Falta de costumbre al lidiar con ropa y fundas cotidianas
Existe una “Boutique del Tirador” con todo un guardarropa de prendas y accesorios para ir al Polígono y cuyo objetivo es hacerle la vida más fácil. Muchas de estas prendas y dispositivos (chalecos, pantalones, fundas y otros) están especialmente diseñadas para optimizar el acto de desenfundar y disparar. Pero aunque son muy bonitas, nadie las lleva puesta al trabajo a riesgo de llamar la atención.
Existe la costumbre en muchas personas de usar estas cosas en sus prácticas, mientras que en su día a día visten y usan accesorios cotidianos cuyo diseñador jamás contempló el hacerlos cómodos para alguien armado. Esta falta de costumbre de emplear prendas cotidianas en las prácticas se transforma en una pesadilla en un enfrentamiento.
La moraleja
Las prácticas en polígono en sus distintos grados de complejidad son necesarias porque condicionan actos reflejos y perfeccionan el dominio del arma.
Sin embargo, hay dos problemas con los que hay que tener cuidado.
El polígono no es la calle
Hay que tener claro que en el polígono todo lo que practique le saldrá bien porque es un entorno inerte y aséptico:
- Todos saben qué va a pasar
- Todos saben dónde están los blancos
- Sólo disparan los defensores, cuya única preocupación es pegar los tiros, no evitar que le peguen (pequeña gran diferencia)
- Los blancos no devuelven los tiros, tratan de ganar el enfrentamiento, se mueven agresivamente, emboscan o atacan
- No hay interferencias que limiten exponencialmente el desempeño del practicante
- Hay una serie de accesorios, prendas de vestir y accesorios cuyo objetivo es hacer confortable la experiencia y terminan haciendo que la práctica no tenga nada en común con la forma en que la persona está en un día cotidiano.
Pero hasta ese momento la persona sólo tiene el 50% de la información (qué tan bien dispara) y el único feedback que ha recibido es cómo está manejando sus posiciones de tiro, puntería y velocidad. Falta el otro 50% que de hecho el más importante: qué está haciendo para que no le den.
Buen tirador, defensor incompleto
A lo largo del los enfrentamientos que hemos simulado mediante escenarios con los asistentes a nuestros cursos, hemos observado que la falta de ese otro 50% de feedback deja por la mitad la capacidad defensiva de la persona: tenemos un excelente tirador, pero un combatiente incompleto al que se le dificulta sobrevivir a un enfrentamiento.
Hemos encontrado que aquellos participantes con poca experiencia en entornos violentos y poco entrenamiento en situaciones simuladas tienden a ser erráticos en su desempeño, incluso si su nivel técnico con armas de fuego es alto.
Hay colapso ante la crisis debido al factor adrenalina y la falta de costumbre de lidiar con entornos dinámicos. Esto imposibilita a la persona entender la “lógica” de lo que sucede allí y por ende su capacidad de trazar planes. La agresión los toma por sorpresa y terminan desplegando acciones reactivas, casi “instintivas”, que al no ser desempeñadas considerando probabilidad de éxito, terminan en respuestas desesperadas tácticamente incorrectas. El resultado es la “muerte” del defensor en manos del agresor.
El polígono puede llegar a condicionar respuestas tácticamente peligrosas
Muchos de los errores comunes que comete el participante en escenarios no se debe a su falta de preparación, sino su condicionamiento a actuar de determinadas formas gracias a la práctica constante, ya que a fuerza de repetir las mismas técnicas, terminan haciéndose “instintivas” o se transforman en hábitos adquiridos.
La construcción de hábitos o destrezas instintivas es algo que debe instalarse con cuidado, porque a fin de cuenta lo que practique insistentemente será lo que haga en el enfrentamiento sin siquiera llegar a pensarlo y esto puede dar pie a errores fatales.
Desenfundar sin medir consecuencias, quedarse en la línea de tiro del agresor, desplazarse partiendo de posiciones incómodas para hacerlo, desarrollar el enfrentamiento triangulado, quedarse en el mismo sitio, perder tiempo buscando miras, entre otras, son en su mayoría conductas que se instalan en prácticas con fuego vivo.
Esto no significa que las prácticas en polígono, habilidades de Marksmanship, el desarrollo de canchas y participación en actividades deportivas (IPSC, IDPA y otras) deban abandonarse. Todas representan una fuente indiscutible y sistematizada de desarrollo de las destrezas del tirador al incrementar su dominio técnico y visión táctica del conflicto. Para ser buen combatiente hay que ser primero buen tirador.
Sin embargo, no puede perderse la referencia de para qué se entrena: tener claro que el agresor va a poner también su empeño en ganar, cambia mucho la manera como se practica y previene los “errores instintivos”.
El aprendizaje: lleve la calle al polígono, no lo contrario.
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